El principio básico detrás del funcionamiento de un sensor de efecto Hall implica el movimiento de portadores de carga (electrones o huecos) en un material semiconductor cuando se somete a un campo magnético. Cuando un conductor que transporta corriente se coloca en un campo magnético, los portadores de carga en movimiento experimentan una fuerza perpendicular tanto a la dirección de la corriente como al campo magnético. Esta fuerza, conocida como fuerza de Lorentz, hace que los portadores de carga se acumulen en un lado del conductor, creando una diferencia de voltaje, conocida como voltaje Hall.
Un sensor de efecto Hall típico consta de un material semiconductor delgado, generalmente hecho de silicio, con contactos eléctricos conectados en lados opuestos. Se aplica una corriente constante a través del semiconductor y se aplica un campo magnético perpendicular al flujo de corriente. Luego se mide el voltaje Hall a través de los contactos perpendiculares tanto a la corriente como al campo magnético.
La intensidad del campo magnético se puede determinar midiendo el voltaje Hall, que es proporcional a la intensidad del campo magnético. Esto hace que los sensores de efecto Hall sean útiles para medir campos magnéticos en diversas aplicaciones, incluida la detección de proximidad, la detección de corriente, la detección de posición y la detección de velocidad.
Los sensores de efecto Hall se utilizan ampliamente en diversas industrias y aplicaciones, como la automoción, la automatización industrial, la electrónica de consumo, los dispositivos médicos y los sistemas de seguridad. Ofrecen ventajas como alta sensibilidad, detección sin contacto, tamaño compacto y confiabilidad, lo que los hace adecuados para una amplia gama de tareas de medición y control.