1. Actividad neuronal reducida:
A medida que avanza la pérdida auditiva, las células ciliadas dañadas o faltantes en el oído interno envían menos señales al nervio auditivo. El cerebro puede detectar esta disminución de la actividad neuronal como un signo de discapacidad auditiva.
2. Desajuste entre los sonidos esperados y percibidos:
El cerebro tiene una representación interna de los sonidos esperados basada en experiencias auditivas pasadas. Cuando la audición tiene problemas, es posible que esta representación no coincida con lo que realmente se escucha. Este desajuste puede desencadenar señales neuronales que alertan al cerebro sobre la presencia de dificultades auditivas.
3. Reclutamiento:
En algunos casos de discapacidad auditiva, las células ciliadas restantes aumentan su velocidad de activación para compensar la pérdida de otras células ciliadas. Este proceso, conocido como "reclutamiento", puede alterar el código neuronal para la percepción del sonido, provocando una distorsión del sonido y posiblemente provocando que el cerebro reconozca la desviación de la audición normal.
4. Tinnitus:
La pérdida de audición suele ir acompañada de tinnitus, un sonido fantasma que se percibe en los oídos o en la cabeza cuando no hay ningún sonido externo presente. El tinnitus puede ser un signo de daño subyacente en el oído y puede incitar a las personas a buscar una evaluación médica, informando así indirectamente al cerebro sobre la discapacidad auditiva.
5. Cambios en la percepción auditiva:
A medida que disminuye la capacidad auditiva, las personas pueden notar cambios en su percepción auditiva, como dificultad para comprender el habla, reducción de la claridad del sonido o incapacidad para escuchar sonidos de alta frecuencia. Estos cambios pueden provocar frustración, retraimiento social y otras respuestas conductuales que pueden indicar una discapacidad auditiva a otros, incluidos los profesionales de la salud y los familiares.
6. Retroalimentación auditiva:
Al hablar, el oído envía retroalimentación auditiva al cerebro, lo que permite a las personas monitorear y ajustar su propio habla. Con la pérdida auditiva, este circuito de retroalimentación puede verse interrumpido, lo que lleva a cambios en los patrones del habla que pueden ser reconocidos por otros y provocar una mayor investigación sobre las capacidades auditivas del individuo.
Al combinar información de estos diferentes mecanismos, el cerebro puede formarse una imagen integral de la discapacidad auditiva e iniciar estrategias conductuales y compensatorias apropiadas para abordar la pérdida auditiva.