Generalmente, las reacciones de meteorización química ocurren más rápidamente a temperaturas más altas. Esto se debe a que las temperaturas más altas aumentan la energía cinética de los reactivos, haciéndolos más propensos a colisionar y reaccionar. Por ejemplo, la disolución de carbonatos, como la calcita, en agua se acelera a temperaturas más altas. De manera similar, la oxidación de minerales que contienen hierro, como la pirita, también aumenta a temperaturas más altas.
En regiones con fluctuaciones significativas de temperatura, como desiertos o regiones polares, las variaciones de temperatura pueden inducir ciclos repetidos de humectación y secado o de congelación y descongelación. Estos ciclos pueden hacer que las rocas se desintegren y se rompan en fragmentos más pequeños, aumentando la superficie disponible para reacciones químicas. Como resultado, la meteorización química puede ser más pronunciada en áreas con grandes variaciones de temperatura.
Por otro lado, las temperaturas extremadamente bajas pueden ralentizar las reacciones de meteorización química. En regiones muy frías, como los ambientes polares, las bajas temperaturas pueden inhibir la movilidad del agua y otros reactivos, lo que lleva a tasas más lentas de erosión química.
Las variaciones de temperatura a lo largo del tiempo también pueden contribuir a los procesos de meteorización química. Por ejemplo, los cambios de temperatura asociados con ciclos estacionales o el cambio climático pueden afectar la disponibilidad de agua y la composición de los minerales del suelo, lo que puede influir en la intensidad de la meteorización química a lo largo del tiempo.
En general, los cambios de temperatura pueden provocar erosión química al influir en la velocidad de las reacciones químicas, la disponibilidad de reactivos y la descomposición física de rocas y suelos. Comprender los efectos de la temperatura en la meteorización química es crucial para predecir la estabilidad a largo plazo de los recursos naturales, los paisajes y los ecosistemas.