Específicamente, el instrumento de radar de Clementine detectó regiones altamente reflectantes en los polos lunares, consistentes con la presencia de hielo de agua. Estos hallazgos fueron innovadores, ya que fueron la primera evidencia fuerte que sugiere la existencia de hielo de agua en la luna.
Es importante tener en cuenta que los datos de Clementine no demostraron definitivamente la presencia de hielo de agua. Las misiones posteriores, como la observación del cráter lunar y el satélite de detección (lcross) y el orbitador de reconocimiento lunar (LRO), proporcionaron una confirmación adicional y caracterizaron la naturaleza y la distribución del hielo de agua en los postes lunares.