La vida en la Tierra dejaría de existir tal como la conocemos. Las plantas, que dependen de la luz solar para la fotosíntesis, no podrían producir alimentos y toda la cadena alimentaria colapsaría. Los animales que dependen de la vista para cazar o navegar quedarían indefensos, incapaces de encontrar sustento o localizar sus hogares.
La sociedad humana se vería sumida en el caos. Sin electricidad, todas nuestras comodidades modernas dejarían de funcionar. Los coches, los teléfonos, las computadoras y los electrodomésticos serían inútiles. El transporte, las comunicaciones y la generación de energía se volverían imposibles, lo que provocaría una perturbación social y económica generalizada.
Las ciudades se volverían inhabitables. La falta de luz solar provocaría una caída de las temperaturas, convirtiendo las bulliciosas metrópolis en páramos helados. Sin luz artificial, sería imposible transitar por las calles ni realizar ningún tipo de actividad organizada.
El impacto psicológico de un mundo sin luz sería profundo. La oscuridad puede ser aterradora e inducir miedo y ansiedad. La ausencia de una fuente de luz nos privaría de la sensación de seguridad y podría llevar a algunas personas a la desesperación.
Los efectos a largo plazo de un mundo sin luz son inimaginables. Si el sol u otra fuente de luz viable nunca regresara, la humanidad se enfrentaría a la extinción. Nuestro planeta se convertiría en una esfera congelada y sin vida, a la deriva en el vacío del espacio.