Falta de pruebas: Las teorías de la conspiración a menudo carecen de pruebas concretas que respalden sus afirmaciones. Pueden basarse en pruebas circunstanciales, especulaciones o suposiciones que no están respaldadas por hechos.
Explicaciones demasiado simplificadas: Las teorías de la conspiración suelen ofrecer explicaciones demasiado simplificadas para acontecimientos o fenómenos complejos. Pueden afirmar que una sola persona o grupo es responsable de una amplia gama de hechos no relacionados, sin tener en cuenta otros factores o explicaciones.
Apelación a la emoción: Las teorías de la conspiración suelen apelar a las emociones de las personas, como el miedo, la ira o la desconfianza. Pueden utilizar un lenguaje sensacionalista o afirmaciones exageradas para captar la atención y hacer que la gente crea en algo sin pensar críticamente en ello.
Apelación a la autoridad: Las teorías de la conspiración pueden utilizar los nombres de personas u organizaciones famosas para dar credibilidad a sus afirmaciones. Sin embargo, esto no significa necesariamente que las afirmaciones sean ciertas o que las personas u organizaciones mencionadas las respalden.
Evidencia selectiva: Las teorías de la conspiración a menudo se basan en pruebas selectivas para respaldar sus afirmaciones. Pueden ignorar la evidencia que contradice sus teorías o restar importancia a su importancia mientras resaltan la evidencia que parece respaldarlas.
Falta de transparencia: Las teorías de la conspiración suelen ser promovidas por fuentes anónimas o grupos que no son transparentes sobre sus motivos o su financiación. Esto hace que sea difícil responsabilizarlos por sus afirmaciones o verificar su información.
Inflexibilidad: Las teorías de la conspiración a menudo se resisten al cambio o a la nueva información. Es posible que descarten pruebas contradictorias o explicaciones alternativas como parte de la conspiración misma, en lugar de reconsiderar sus afirmaciones.
Paranoia: Las teorías de la conspiración a menudo implican una sensación de paranoia, con la idea de que hay una agenda oculta o siniestra detrás de los acontecimientos. Pueden afirmar que grupos poderosos están trabajando en secreto para controlar el mundo, sin proporcionar pruebas concretas que lo respalden.
Falta de respaldo científico: Las teorías de la conspiración a menudo carecen de respaldo científico o están contradichas por evidencia científica. Pueden descartar investigaciones o conocimientos científicos, alegando que son parte de la conspiración o que se está suprimiendo la verdad.
Mente cerrada: Los teóricos de la conspiración suelen tener una mentalidad cerrada a explicaciones o puntos de vista alternativos. Pueden negarse a considerar pruebas o argumentos que contradigan sus creencias y pueden etiquetar a cualquiera que no esté de acuerdo con ellos como parte de la conspiración.