El cerebro de Albert Einstein fue extraído y preservado después de su muerte en 1955. El patólogo que realizó la autopsia, el Dr. Thomas Harvey, extrajo el cerebro de Einstein sin el permiso de su familia y lo conservó con fines de investigación. Harvey dividió el cerebro en 240 pedazos y los almacenó en frascos de formalina. Esperaba encontrar la base física del genio estudiando el cerebro de Einstein. Sin embargo, no se encontraron anomalías significativas y la investigación de Harvey no produjo ningún avance importante.
El cerebro de Einstein finalmente fue enterrado en el cementerio de Princeton en Nueva Jersey, donde también está enterrado su cuerpo. Los frascos que contenían los fragmentos de su cerebro fueron enterrados con él.