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    Efectos de la deforestación en los ecosistemas

    La deforestación es la tala de bosques para obtener madera y proporcionar espacio para las zonas agrícolas o para el desarrollo urbano. Como resultado de la urbanización global masiva y el desarrollo agrícola, la deforestación es un factor importante que contribuye al cambio climático. La deforestación altera no solo los ecosistemas cercanos (comunidades de organismos que interactúan y sus entornos) sino también la atmósfera a nivel mundial, con resultados devastadores.

    Biodiversidad

    La biodiversidad es el número de especies en un ecosistema dado. Dado que diferentes especies comen diferentes alimentos y viven en diferentes tipos de hábitats, un conjunto diverso de vegetación puede permitir una mayor variedad de animales para vivir en un área. Cuando se talan los bosques para dejar espacio para grandes plantaciones que cultivan un tipo de cultivo como la caña de azúcar o la soja, la diversidad de la vida silvestre tiende a desplomarse a medida que las especies se desplazan. Sin embargo, si los cultivos se introducen en menor escala y no desplazan a las especies nativas, en realidad pueden aumentar la diversidad, ya que pueden actuar como hábitat de aves y herbívoros.

    Química del agua

    Deforestación también afecta a los ríos, arroyos y otras fuentes de agua cercanas ya que los nutrientes del suelo se eliminan por lixiviación, lo que sucede cuando el agua (por ejemplo, de la lluvia) elimina los nutrientes solubles del suelo y los transporta a otro lugar. Se demostró que las fuentes de agua en las áreas deforestadas tienen niveles más altos de nitrato, niveles más bajos de oxígeno disuelto y temperaturas algo más altas (de 20 a 23 grados Celsius en promedio) que en las áreas boscosas. La temperatura del agua aumenta porque los árboles que brindan protección contra la luz solar se talan. Todos estos factores interrumpen el ecosistema de un río porque las especies que viven en la corriente se han adaptado a las condiciones previas a la deforestación y pueden verse negativamente afectadas por los cambios repentinos.

    Atmósfera

    La deforestación no afecta solo un bosque y su entorno inmediato, pero también la atmósfera, que a su vez se propaga por la biosfera: todos los ecosistemas del planeta y todo lo que hay en ellos. Según un estudio del Congreso de 2010, el 17 por ciento de todas las emisiones de gases de efecto invernadero proviene de la deforestación, tanto de la quema de árboles como de la pérdida de fotosíntesis resultante, que elimina el dióxido de carbono (un gas de efecto invernadero) de la atmósfera. A medida que los árboles se talan y se queman, el carbono que contienen se libera a la atmósfera. Aunque los mayores niveles de dióxido de carbono pueden estimular el crecimiento del bosque, se necesitan más datos para medir el impacto a largo plazo.

    Impacto del suelo

    El suelo que proporciona nutrientes para la vegetación en los ecosistemas también se ve afectado por deforestación. El suelo en áreas deforestadas está expuesto a más luz solar, lo que aumenta la temperatura del suelo y oxida el carbono del suelo en dióxido de carbono. Parte del dióxido de carbono liberado en la atmósfera proviene de la vegetación muerta que se descompone en el suelo. En áreas muy deforestadas, la erosión del suelo y la escorrentía de nutrientes son comunes después de una lluvia. La erosión del suelo tiende a ser mayor en las zonas más secas y montañosas, donde hay menos vegetación para evitar el movimiento del suelo y absorber los nutrientes.

    Diseminación de la enfermedad

    Una posible consecuencia indirecta de la deforestación es la propagación de enfermedades, incluidas las originadas por aves, como la gripe aviar. El cambio climático ya ha afectado los patrones de migración, y las aves infectadas pueden trasladarse a áreas deforestadas que son hábitats más adecuados para ellas, extendiendo sus enfermedades a las poblaciones de aves locales. Las enfermedades que se transmiten a través de insectos, como la malaria y la enfermedad de Lyme, son más comunes en espacios abiertos con más exposición a la luz solar. Estas enfermedades no solo infectan a las aves y vertebrados que se encuentran en estos ecosistemas, sino también a los seres humanos que están expuestos a estos insectos, ya sea en la naturaleza o en áreas urbanas cercanas.

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