Encubrimiento: Las nanopartículas pueden recubrirse con materiales que las hagan menos reconocibles por las células inmunitarias. Esto se puede lograr mediante el uso de polímeros, lípidos u otros materiales biocompatibles.
Camuflaje: Las nanopartículas pueden recubrirse con moléculas que imitan la superficie de las células normales, lo que las hace menos propensas a ser atacadas por las células inmunitarias.
Encapsulación: Las nanopartículas se pueden encapsular en capas o vesículas protectoras, como liposomas o microesferas. Esto puede ayudarlos a evadir la detección inmune y extender su tiempo de circulación.
Segmentación: Las nanopartículas se pueden diseñar para atacar específicamente ciertas células o tejidos, reduciendo el riesgo de interacciones con el sistema inmunológico. Esto se puede lograr uniendo ligandos o anticuerpos a la superficie de la nanopartícula que se unen a receptores específicos en las células diana.
Modulación de la respuesta inmune: Las nanopartículas se pueden diseñar para modular la respuesta inmune, por ejemplo, suprimiendo la actividad de las células inmunes o estimulando las células inmunes reguladoras. Esto puede ayudar a prevenir la eliminación inmune y promover la biocompatibilidad de las nanopartículas.
Optimizar el tamaño y la forma: El tamaño y la forma de las nanopartículas pueden influir en sus interacciones con el sistema inmunológico. Las partículas más pequeñas generalmente tienen menos probabilidades de ser reconocidas por las células inmunes, mientras que las partículas alargadas o de forma irregular pueden ser fagocitadas más fácilmente.
Es importante señalar que las estrategias específicas utilizadas para proteger a las orugas de nanopartículas de los ataques del sistema inmunológico dependerán de las características particulares de las nanopartículas y de la aplicación deseada.