Una de las principales formas en que la contaminación puede afectar a las tormentas es aumentando el número de núcleos de condensación de nubes. Se trata de pequeñas partículas de la atmósfera que pueden atraer vapor de agua y provocar la formación de nubes. Cuando hay un aumento en el número de núcleos de condensación de nubes, las nubes pueden volverse más densas y más propensas a producir lluvias más intensas y rayos más frecuentes.
Además, la contaminación también puede afectar a la temperatura de la atmósfera. Esto se debe a que las partículas contaminantes pueden absorber la radiación solar y calentar el aire a su alrededor. Esto puede hacer que el aire sea más inestable y sea más probable que se produzcan tormentas eléctricas.
Por último, la contaminación también puede cambiar la composición química de la atmósfera. Esto puede conducir a la producción de más especies reactivas de oxígeno, que son moléculas que pueden dañar las células y los tejidos. Estas moléculas también pueden conducir a la formación de ozono, que es un gas de efecto invernadero que puede contribuir al cambio climático y hacer que las tormentas eléctricas sean más severas.
En general, existe cierta evidencia que sugiere que la contaminación puede hacer que las tormentas sean más severas, pero se necesita más investigación para comprender completamente la relación entre la contaminación y las tormentas.