Si bien es cierto que las personas y comunidades negras suelen ser las más afectadas por la discriminación y las desventajas raciales en Gran Bretaña, el racismo afecta a varios grupos marginados y oprimidos. Estos grupos pueden incluir personas del sur de Asia, del este de Asia, del Medio Oriente y de otros orígenes étnicos, así como de comunidades indígenas.
El racismo se manifiesta de diversas formas, como el racismo institucional, la desigualdad estructural, la elaboración de perfiles raciales y las prácticas discriminatorias en la educación, el empleo, la atención sanitaria y el sistema de justicia penal. Es crucial abordar el racismo como un problema sistémico que requiere acción colectiva y transformación social.
Reconocer el papel de la blancura en el racismo no implica culpar a los individuos blancos por todas las cuestiones raciales ni sugerir que sean inherentemente racistas. En cambio, destaca las estructuras sociales, las normas y las dinámicas de poder que favorecen la blancura y contribuyen a la marginación de los grupos no blancos. Al reconocer la importancia de la blancura, podemos trabajar para desmantelar estas estructuras y crear una sociedad más equitativa.
Es importante promover conversaciones que centren las experiencias de los grupos marginados y al mismo tiempo alentar a todas las personas, independientemente de su origen racial o étnico, a participar en el trabajo antirracista. Esto implica educarse sobre el racismo, desafiar las prácticas discriminatorias, abogar por un cambio sistémico y generar solidaridad entre diferentes comunidades. Trabajando colectivamente, podemos desafiar las influencias generalizadas de la blancura y trabajar por una sociedad que valore y respete a todos los individuos, independientemente de su raza u origen étnico.