A medida que el aire pasa a través del tubo, experimenta una expansión repentina en el extremo abierto. Esto hace que el flujo se separe de la pared de la tubería y cree un chorro turbulento. El flujo turbulento crea fluctuaciones de presión que se propagan en forma de ondas sonoras. La intensidad del sonido depende de la velocidad y la turbulencia del chorro de aire.
Para un caudal volumétrico dado, la velocidad del chorro de aire es inversamente proporcional al área de la sección transversal de la tubería. Por tanto, cuanto menor sea el diámetro de la tubería, mayor será la velocidad del chorro de aire y mayor será el ruido.
Por el contrario, para una tubería de mayor diámetro, la velocidad del chorro de aire es menor y la turbulencia es menos pronunciada. Esto da como resultado un nivel de ruido más bajo.
Además, la frecuencia del sonido producido también influye en el volumen percibido. Los tubos más pequeños tienden a producir sonidos agudos, que generalmente se perciben como más molestos que los sonidos graves.
En resumen, el diámetro más pequeño de una tubería conduce a una mayor velocidad del chorro de aire, una mayor turbulencia y un sonido más agudo, todo lo cual contribuye al ruido más fuerte que se produce cuando el aire se escapa por el extremo abierto de una tubería pequeña.