La humanidad cobra un precio terrible en el planeta. Después de todo, todo lo que construimos o consumimos proviene de nuestro entorno. Todo requiere una parte del mundo y cambia esa parte en el proceso. Los bosques variados se convierten en un campo de maíz omnipresente. Un desierto se convierte en una cuadrícula de calles, luces y rascacielos. Y lo que es más, rehacemos el mundo un poco más a nuestro gusto cada día.
Para medir mejor el impacto de la civilización en el medio ambiente, los científicos desarrollaron análisis de huella ecológica ( EFA ) para medir la cantidad de tierra necesaria para sustentar un segmento particular del nivel de consumo de la población. Por esta métrica, podemos juzgar cuánta demanda ejerce la demografía individual sobre la naturaleza.
Personas de países desarrollados como Estados Unidos y Japón, por ejemplo, cada uno requiere un estimado de 10 a 25 acres de tierra para mantener su estilo de vida. Esa es una gran huella. Según el ecólogo de población William E. Rees, el promedio mundial se divide en 5,4 acres por persona. Desafortunadamente, el planeta tiene sólo una superficie bioproductiva suficiente para asignar 4,4 acres a cada uno de sus 6,8 mil millones de habitantes. La huella ecológica de la civilización humana ya supera en un 22 por ciento los niveles sostenibles.
Hasta ahora en la historia de la humanidad, este hambre insaciable ha llevado a la extinción de innumerables especies, que van desde los mamuts lanudos de la Edad del Hielo hasta el tigre de Tasmania en el siglo XX. Incluso los neandertales cayeron en los clubes humanos y la competencia humana por los recursos. Otras especies han prosperado, ya sea mediante el cultivo y la domesticación o la introducción imprudente en nuevos ecosistemas locales.
Hemos convertido los desiertos en tierras de cultivo y los desfiladeros en lagos artificiales; hemos erigido colosos arquitectónicos para albergar tanto a nuestros vivos como a nuestros muertos. Incluso la atmósfera misma ha cambiado debido a nuestra inagotable hambre de recursos. Muchos científicos datan el cambio climático global influenciado por los seres humanos desde la Revolución Industrial del siglo XIX. Otros, como el científico ambiental William F. Ruddiman, insisten en que las concentraciones de dióxido de carbono comenzaron a aumentar 8, 000 años atrás debido a las primeras prácticas agrícolas de roza y quema.
La contaminación también ha hecho mella en el medio ambiente, envenenar los ecosistemas con productos químicos nocivos y ensuciarlos con basura. Los vertederos de basura se han convertido en lugares frecuentados por especies ventajosas como ratas y gaviotas. Los barcos hundidos y los muelles en ruinas se han convertido en nuevos hábitats submarinos.
Junto con la empresa humana, El conflicto humano también ha alterado el medio ambiente. Por ejemplo, más de tres décadas después de la guerra de Vietnam, el ecosistema local todavía está plagado de cráteres, municiones sin detonar y residuos tóxicos generalizados que abarcan toda la cadena alimentaria. Algunos críticos de esta forma de guerra llegan incluso a calificarla de "ecocidio" y piden su inclusión en el derecho internacional.
En los siglos venideros los humanos pueden encontrar una manera de reducir su huella ecológica. Igualmente, pueden aprender a manipular el medio ambiente aún más o buscar en el sistema solar los recursos que necesitan.
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