Refuerza conductas negativas :Al sacar a un estudiante del entorno escolar, es posible que esté reforzando las conductas problemáticas en lugar de abordarlas. El estudiante puede no aprender de sus acciones y continuar con los mismos comportamientos en el futuro.
Estigmatiza al estudiante :Ser expulsado de la escuela puede conllevar un estigma negativo que puede tener efectos duraderos en la vida y las oportunidades de un estudiante. Puede que les resulte difícil encontrar otras oportunidades educativas o conseguir empleo.
Interrumpe el progreso educativo :La expulsión interrumpe el progreso educativo del estudiante, lo que le dificulta ponerse al día y graduarse. Esto puede obstaculizar significativamente sus perspectivas de futuro.
Crea una carga para la comunidad :Los estudiantes expulsados pueden encontrarse sin los recursos y el apoyo necesarios, lo que puede conducir a una mayor participación en la delincuencia u otros comportamientos problemáticos, añadiendo una carga a la comunidad.
Sin embargo, vale la pena señalar que expulsar a los estudiantes aún puede considerarse un curso de acción apropiado en los casos en que el comportamiento del estudiante se considere tan perturbador o peligroso que represente una amenaza para la comunidad escolar. En tales casos, la expulsión puede ser necesaria para proteger la seguridad y el entorno educativo de todos los involucrados.
Por lo tanto, la decisión de expulsar o no a un estudiante nunca debe tomarse a la ligera. Requiere una evaluación exhaustiva del comportamiento del estudiante, los factores subyacentes que contribuyen al problema y las posibles consecuencias de la expulsión. En tales casos, es esencial equilibrar la necesidad de responsabilidad con la importancia de brindar a los estudiantes oportunidades de crecimiento y aprendizaje.