Cuando la luz incide sobre un objeto, la energía de la luz puede absorberse, reflejarse o transmitirse. El color de un objeto depende de qué longitudes de onda de luz se absorben y cuáles se reflejan. Cuando un objeto absorbe luz, la energía de la luz se convierte en calor. Por eso los colores oscuros, que absorben más luz, tienden a ser más cálidos que los colores más claros, que reflejan más luz.
Lo contrario también es cierto. Cuando un objeto emite luz, la energía de la luz proviene del calor. Esta es la razón por la que los objetos calientes brillan y por la que cuanto más caliente es un objeto, más brillante brilla.
La relación entre color y calor es importante en muchas áreas de la ciencia, incluidas la óptica, la termodinámica y la ciencia de los materiales. Tiene aplicaciones en la vida cotidiana, como en el diseño de ropa, edificios y paneles solares.