La energía que es absorbida por la tierra y el agua se transforma en calor. Este calor luego se puede utilizar para calentar el aire, evaporar el agua o provocar otros cambios en el medio ambiente. Por ejemplo, el calor absorbido por la tierra puede hacer que el aire que se encuentra sobre ella se caliente, lo que puede provocar un aumento de la temperatura del aire y cambios en los patrones climáticos. De manera similar, el calor absorbido por el agua puede hacer que el agua se evapore, lo que puede provocar un aumento de la humedad y cambios en los patrones de precipitación.