Además de la eficiencia de Carnot, la eficiencia de quemar alcohol también se ve reducida por otros factores, como la combustión incompleta y la pérdida de calor. La combustión incompleta ocurre cuando algunas de las moléculas de alcohol no reaccionan completamente con el oxígeno, lo que resulta en la producción de monóxido de carbono y otros contaminantes. La pérdida de calor ocurre cuando el calor de la llama se escapa al entorno, reduciendo la cantidad de calor disponible para realizar el trabajo.
Como resultado de estos factores, la eficiencia general de la quema de alcohol como combustible suele rondar el 20-30%. Esto significa que sólo entre el 20 y el 30% de la energía almacenada en el alcohol se convierte realmente en trabajo útil. El resto de la energía se pierde en forma de calor o contaminación.
A modo de comparación, la eficiencia de los motores de gasolina suele rondar el 35-40%, mientras que la eficiencia de los motores diésel puede llegar hasta el 50%. Esto significa que quemar alcohol como combustible es menos eficiente que quemar gasolina o diésel.
Sin embargo, quemar alcohol como combustible tiene algunas ventajas, como su renovabilidad y sus menores emisiones. El alcohol se puede producir a partir de una variedad de materiales vegetales, como maíz, caña de azúcar y trigo, lo que lo convierte en una fuente de energía renovable. Además, el alcohol produce menos emisiones que la gasolina o el diésel, incluidos monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno y partículas.
En general, quemar alcohol como combustible no es un proceso muy eficiente, pero tiene algunas ventajas, como su renovabilidad y sus menores emisiones.