1. Transferencia de calor reducida: Los depósitos de lodo y sarro actúan como barreras entre la fuente de calor y el agua, reduciendo la eficiencia de la transferencia de calor. Esto puede provocar un mayor consumo de combustible y mayores costes energéticos.
2. Corrosión: Los lodos y las incrustaciones pueden crear áreas localizadas de alta temperatura y concentración, lo que provoca una corrosión acelerada de los componentes de la caldera. Esto puede debilitar el metal y eventualmente provocar fugas o fallas.
3. Obstrucción de Tubos y Tuberías: La acumulación de lodo y sarro puede restringir el flujo de agua y vapor a través de los tubos y tuberías de la caldera. Esto puede provocar una circulación reducida, un funcionamiento ineficiente e incluso bloqueos totales que pueden provocar el apagado de la caldera.
4. Preocupaciones de seguridad: Los lodos y las incrustaciones pueden provocar sobrecalentamiento y posibles explosiones, lo que plantea riesgos de seguridad para el personal que trabaja cerca de las calderas.
5. Aumento de los costos de mantenimiento: Es necesario realizar una limpieza y un mantenimiento periódicos para eliminar los lodos y las incrustaciones, lo que aumenta los gastos operativos de la caldera.
6. Tiempo de inactividad no programado: Una acumulación grave de lodo o incrustaciones puede provocar tiempos de inactividad no planificados para limpieza o reparaciones, lo que afecta los programas de producción y provoca pérdidas financieras.
7. Vida útil reducida de la caldera: La acumulación de lodos e incrustaciones puede acortar la vida útil de una caldera al provocar un desgaste prematuro de componentes críticos.
Para mitigar estas desventajas, se emplean programas regulares de tratamiento de agua y limpieza química en las calderas para prevenir o eliminar la acumulación de lodos y sarro, garantizando un funcionamiento eficiente, seguridad y longevidad del sistema de calderas.