La gasolina es un combustible fósil porque se deriva del petróleo crudo, que es un producto petrolífero sin refinar de origen natural formado a partir de restos de plantas y animales antiguos que vivieron hace millones de años. Estos materiales orgánicos fueron enterrados bajo tierra y sometidos a intenso calor y presión a lo largo del tiempo, transformándolos en la sustancia rica en hidrocarburos que conocemos como petróleo crudo. Luego, la gasolina se refina a partir del petróleo crudo mediante un proceso conocido como destilación fraccionada, donde el petróleo crudo se calienta y se separa en diferentes componentes según sus puntos de ebullición. La gasolina, con su punto de ebullición más bajo que otros componentes, es uno de los productos que se obtienen de este proceso.
Los combustibles fósiles, incluida la gasolina, se clasifican como recursos no renovables porque se forman a partir de materia orgánica que existió en un pasado lejano y no pueden reponerse naturalmente a un ritmo comparable a su consumo. Cuando la gasolina se quema en motores de combustión interna para transporte u otros fines, libera energía almacenada en las moléculas de combustibles fósiles, pero este proceso no se puede revertir para recrear las reservas originales de hidrocarburos. La naturaleza finita de los combustibles fósiles y su impacto ambiental negativo, como las emisiones de gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático, está impulsando el desarrollo de alternativas energéticas sostenibles y fuentes de energía renovables.