Las celdas galvánicas constan de dos medias celdas, cada una de las cuales contiene un electrodo (ánodo y cátodo) y una solución electrolítica. Cuando se conectan dos metales/electrodos diferentes a través de un cable externo y se colocan en recipientes separados de las soluciones de electrolitos, se produce una reacción química y los electrones se transfieren de un electrodo al otro. El movimiento de los electrones crea una corriente eléctrica y la celda genera un potencial o voltaje eléctrico.
Las reacciones químicas que tienen lugar en las semiceldas implican oxidación (pérdida de electrones) en el ánodo y reducción (ganancia de electrones) en el cátodo. La reacción química general conduce a la liberación de energía eléctrica, que puede aprovecharse para diversas aplicaciones, como alimentar dispositivos o cargar baterías.
Ejemplos de celdas galvánicas incluyen baterías como las de plomo-ácido que se usan en los automóviles o las baterías de iones de litio en los dispositivos electrónicos. En estas baterías, las reacciones químicas entre los electrodos, como el plomo y el óxido de plomo o el litio y los óxidos metálicos, producen una corriente eléctrica y generan el voltaje necesario para operar los dispositivos.