En 1609, Galileo usó su telescopio mejorado para observar la luna y dibujó meticulosamente su superficie. Sus dibujos revelaron numerosos cráteres, montañas y otras características, que describió en su libro "Sidereus Nuncius" (mensajero estrellado).
Aunque otros podrían haber observado la superficie de la Luna antes de Galileo, sus observaciones detalladas y documentación jugaron un papel crucial en la comprensión de la topografía de la luna y sus implicaciones para nuestra comprensión del sistema solar.