Tamaño: El diámetro aparente del Sol, visto desde Mercurio, es aproximadamente 2,5 veces mayor que el que vemos desde la Tierra. Esto se debe a que Mercurio está más cerca del Sol, con una distancia promedio de aproximadamente 57,9 millones de kilómetros (36 millones de millas). En su máximo acercamiento durante su órbita, conocido como perihelio, Mercurio está a sólo unos 46 millones de kilómetros (28,6 millones de millas) del Sol, lo que hace que el Sol parezca aún más grande.
Brillo: El brillo o irradiancia del Sol es aproximadamente 6,5 veces más fuerte en Mercurio en comparación con la Tierra. Esto se debe a la ley del cuadrado inverso de la radiación, que establece que la intensidad de la luz disminuye en proporción al cuadrado de la distancia a la fuente. Al estar Mercurio más cerca del Sol, recibe una mayor intensidad de radiación solar.
Temperatura superficial: El aumento de la radiación solar también tiene un impacto significativo en la temperatura de la superficie de Mercurio. El lado del planeta que mira al Sol, conocido como el "lado diurno", puede alcanzar temperaturas de hasta 450 grados Celsius (842 grados Fahrenheit), lo que lo hace extremadamente caluroso. Por el contrario, el "lado nocturno", que no mira al Sol, puede bajar a temperaturas de hasta -180 grados Celsius (-292 grados Fahrenheit) debido a la falta de luz solar directa.
Tránsitos solares: Desde la perspectiva de Mercurio, el Sol también sufre tránsitos de otros planetas. Por ejemplo, cuando Venus pasa entre el Sol y Mercurio, aparece como un pequeño disco negro que cruza frente al Sol, creando un fenómeno llamado "tránsito de Venus". Estos tránsitos son relativamente raros y ocurren en pares con ocho años de diferencia; el último par ocurrió en 2012 y 2016.
En general, la aparición del Sol desde Mercurio se caracteriza por su mayor tamaño aparente, mayor brillo y su influencia en las temperaturas extremas de la superficie del planeta.