Dispersión de Rayleigh:
Durante el día, la luz del sol viaja a través de la atmósfera terrestre y la mayor parte de la luz azul es dispersada por partículas en la atmósfera, lo que le da al cielo su apariencia azul. Sin embargo, a medida que el sol se pone y se acerca al horizonte, la luz del sol tiene que atravesar más atmósfera para llegar a nuestros ojos. Esta mayor distancia significa que se dispersa más luz azul fuera de nuestra línea de visión.
Dispersión de Mie:
A medida que el sol continúa descendiendo, la luz del sol encuentra partículas más grandes en la atmósfera, como polvo, gotas de agua y aerosoles. Estas partículas hacen que la luz solar se disperse en todas direcciones, incluso hacia nuestros ojos. Esta dispersión de la luz, conocida como dispersión de Mie, contribuye a la gama de colores que vemos en el cielo al atardecer y al amanecer.
Posición y ángulo del sol:
A medida que el sol se pone, su ángulo con respecto a la Tierra cambia. Este cambio de ángulo afecta la forma en que la luz solar interactúa con la atmósfera y la cantidad de dispersión que se produce. Cuanto más bajo está el sol en el cielo, más luz se dispersa, lo que hace que los colores más cálidos como el rojo, el naranja y el amarillo se vuelvan más prominentes.
Condiciones atmosféricas:
Los colores del cielo nocturno también pueden verse influenciados por las condiciones atmosféricas. La presencia de nubes, polvo, humo y otras partículas puede alterar la forma en que se dispersa y absorbe la luz solar, provocando variaciones en la intensidad y los tonos del cielo nocturno.
En resumen, el cielo cambia de color durante la noche debido a la dispersión de la luz solar por las partículas de la atmósfera, la posición del sol con respecto a la Tierra y las condiciones atmosféricas predominantes. Estos factores se combinan para crear los colores hermosos y siempre cambiantes que presenciamos en el cielo nocturno.