Nuestros sistemas sensoriales son altamente adaptables. Una persona que no puede ver después de apagar una luz durante la noche, poco a poco logra un poder superior para ver incluso objetos pequeños. Las mujeres suelen desarrollar un mayor sentido del olfato durante el embarazo. ¿Cómo puede el mismo sistema sensorial que tenía un rendimiento deficiente superar también las expectativas basadas en su rendimiento anterior?
Dado que la naturaleza ha perfeccionado sus sistemas sensoriales a lo largo de escalas de tiempo evolutivas, un equipo interdisciplinario de investigadores de la Escuela de Ingeniería McKelvey de la Universidad de Washington en St. Louis aprovechó estas capacidades para adaptar el sistema según demanda para que funcione a su máximo rendimiento. Sus herramientas para lograr este objetivo:langostas y nanomateriales demasiado pequeños para verlos.
Srikanth Singamaneni y Barani Raman, ambos profesores de la Escuela de Ingeniería McKelvey, lideraron un equipo que aprovechó el poder de nanoestructuras especialmente diseñadas que pueden absorber luz y generar calor, conocido como efecto fototérmico, y actuar como contenedores para almacenar y liberar sustancias químicas en demanda. Utilizaron estos materiales nanoestructurados para estimular la respuesta neuronal en el cerebro de la langosta a olores específicos y mejorar su identificación. Los resultados de la investigación se publicaron en Nature Nanotechnology. 25 de enero de 2024.
Singamaneni, profesor Lilyan &E. Lisle Hughes en el Departamento de Ingeniería Mecánica y Ciencia de Materiales, y Raman, profesor de ingeniería biomédica, han colaborado durante años con Shantanu Chakrabartty, profesor Clifford W. Murphy en el Departamento de Preston M. Green de Ingeniería eléctrica y de sistemas, para aprovechar las capacidades de detección superiores del sistema olfativo de las langostas. Recientemente demostraron la viabilidad de utilizar una nariz electrónica biohíbrida para detectar vapores explosivos.
"Dejamos que la biología haga el trabajo más difícil de convertir la información sobre sustancias químicas vaporosas en una señal neuronal eléctrica", dijo Raman. "Estas señales se detectan en las antenas de los insectos y se transmiten al cerebro. Podemos colocar electrodos en el cerebro, medir la respuesta neuronal de las langostas a los olores y utilizarlos como huellas dactilares para distinguir entre sustancias químicas".
La idea, aunque sólida, tiene un obstáculo potencial.
"Estamos limitados por la cantidad de electrodos y dónde podemos colocarlos", dijo Singamaneni. "Dado que solo obtendremos una señal parcial, queremos amplificarla. Aquí es donde recurrimos al calor y la neuromodulación para mejorar la señal que recibimos".
En la nueva investigación, el equipo utilizó dos estrategias para aumentar la capacidad de las langostas para detectar olores. Primero, el equipo creó una nanopartícula de polidopamina biocompatible y biodegradable que convierte la luz en calor mediante un proceso llamado efecto fototérmico.