En el caso de la Tierra y la Luna, la Tierra, más masiva, ejerce una atracción gravitacional más fuerte sobre la Luna que la Luna sobre la Tierra. Esta diferencia en las fuerzas gravitacionales crea una fuerza neta que mantiene a la Luna en una órbita estable alrededor de la Tierra.
La trayectoria orbital de la Luna no es un círculo perfecto sino más bien elíptico, donde la Luna se acerca a la Tierra en ciertos puntos de su órbita (conocido como perigeo) y se aleja en otros puntos (conocido como apogeo). Sin embargo, incluso en su punto más alejado de la Tierra, la Luna permanece unida a nuestro planeta por la fuerza gravitacional entre ellos.
Es importante señalar que la gravedad de la Tierra no es la única fuerza que actúa sobre la Luna. También existen influencias gravitacionales externas, como las del sol y otros planetas, que pueden perturbar la órbita de la luna. Sin embargo, la gravedad de la Tierra es la fuerza dominante que mantiene a la Luna en su órbita y le impide volar al espacio.