Una pelota de goma fría puede rebotar, aunque es posible que no rebote tan alto ni tan bien como una pelota que esté a una temperatura más cálida. Esto se debe a que las moléculas de caucho se vuelven menos elásticas y más quebradizas a medida que se enfrían, lo que hace que la pelota sea menos capaz de almacenar y liberar energía cuando impacta una superficie. Los factores que afectan el rebote de una pelota de goma incluyen el tipo de goma, su temperatura y la superficie sobre la que rebota.