La cantidad de calor que se genera depende de la velocidad del objeto y de la densidad del aire. Cuanto más rápido se mueve un objeto, más resistencia del aire encuentra y más calor se genera. Del mismo modo, cuanto más denso es el aire, más resistencia ofrece y más calor se genera.
Para que un objeto se queme en la atmósfera, debe alcanzar una temperatura de alrededor de 1000 grados Fahrenheit. Esto es lo suficientemente caliente como para vaporizar la mayoría de los materiales y hacer que estallen en llamas.
Algunos objetos tienen más probabilidades de arder en la atmósfera que otros. Por ejemplo, los objetos pequeños y livianos, como hojas y papel, tienen más probabilidades de quemarse que los objetos grandes y pesados, como piedras y automóviles. Esto se debe a que los objetos pequeños y livianos tienen una masa menor y, por lo tanto, son más fáciles de calentar.
El proceso de quemarse en la atmósfera también se conoce como ablación. La ablación es un fenómeno común en los viajes espaciales. Cuando una nave espacial ingresa a la atmósfera terrestre, experimenta calor y presión extremos debido a la resistencia del aire. Este calor hace que la superficie de la nave espacial se erosione o se queme. Este proceso ayuda a proteger la nave espacial del sobrecalentamiento y la desintegración.