La energía petrolera se considera una fuente de energía no renovable porque la formación de petróleo crudo y gas natural lleva millones de años y la tasa de extracción y consumo excede con creces la tasa de reposición. Por lo tanto, el uso de energía derivada del petróleo genera preocupación sobre el agotamiento de los recursos y la necesidad de una transición a fuentes de energía sostenibles y renovables para garantizar la seguridad energética a largo plazo.
La exploración, extracción y refinación de petróleo implican procesos complejos, que incluyen perforación, bombeo, transporte y procesamiento en refinerías. Estos procesos pueden tener diversos impactos ambientales, como la contaminación del aire, la contaminación del agua y la degradación de la tierra.
Además, la combustión de combustibles derivados del petróleo libera a la atmósfera gases de efecto invernadero, incluido el dióxido de carbono (CO2), lo que contribuye al cambio climático. Por lo tanto, existe un impulso global para reducir la dependencia de la energía derivada del petróleo y avanzar hacia alternativas energéticas más limpias, más ecológicas y más sostenibles.