Generalmente se considera que el vidrio es un mal conductor del calor. Tiene una baja conductividad térmica, lo que significa que no transfiere energía térmica de manera eficiente. Esta propiedad lo hace adecuado para diversas aplicaciones donde se requiere aislamiento o contención térmica. Por ejemplo, el vidrio se usa comúnmente en ventanas y botellas para evitar la transferencia de calor entre el interior y el exterior. También se utiliza en utensilios de cocina y cristalería de laboratorio para manipular y contener sustancias calientes sin transferir calor excesivo al entorno.