Este principio se aplica a todas las formas de energía, incluidas el calor, la luz, la energía mecánica, la energía eléctrica, la energía química y la energía nuclear. Por ejemplo, cuando se quema un trozo de carbón, la energía química almacenada en el carbón se convierte en energía térmica y energía luminosa. La cantidad total de energía en el sistema (el carbón más el oxígeno del aire) es la misma antes y después del proceso de combustión.
Otro ejemplo es cuando enciendes una bombilla. La energía eléctrica de la batería o de la toma de corriente se convierte en energía luminosa y energía térmica. La cantidad total de energía en el sistema (la batería o toma de corriente más la bombilla) es la misma antes y después de encender la luz.
La ley de conservación de la energía es un principio fundamental de la física que tiene implicaciones importantes para nuestra comprensión del universo. Nos dice que la energía no es algo que pueda crearse o destruirse, sino algo que sólo puede transformarse de una forma a otra.