La combustión es una reacción exotérmica que libera más energía de la necesaria para iniciarla. Esto significa que el carbón puede arder espontáneamente si entra en contacto con una chispa u otra fuente de ignición. Una vez que el carbón comienza a arder, puede resultar difícil detener la reacción, razón por la cual los incendios de carbón pueden ser tan destructivos.
En una central eléctrica, el carbón se quema en un ambiente controlado para evitar que el fuego se propague y liberar la energía de manera eficiente. El carbón se muele hasta obtener un polvo fino y se mezcla con aire. Luego, la mezcla se introduce en una caldera, donde se calienta hasta que se enciende. El calor de la quema de carbón convierte el agua de la caldera en vapor, que luego impulsa una turbina que genera electricidad.
El carbón es un combustible relativamente económico, por lo que todavía se utiliza para generar electricidad en muchas partes del mundo. Sin embargo, el carbón también es una fuente importante de contaminación del aire, por lo que su uso es cada vez más controvertido. Algunos países están invirtiendo en fuentes de energía renovables, como la eólica y la solar, para reducir su dependencia del carbón.