El trifosfato de adenosina (ATP) es la moneda energética universal de las células. Es utilizado por todos los seres vivos para impulsar sus actividades, desde la contracción muscular hasta la transmisión nerviosa. Pero ¿cómo llegó el ATP a ser tan omnipresente?
Una posible explicación radica en la antigua química de la Tierra. En los primeros días de nuestro planeta, la atmósfera era muy diferente a la actual. Estaba compuesto principalmente de dióxido de carbono, nitrógeno y metano, con muy poco oxígeno. En este ambiente anóxico, la única forma que tenían los organismos de obtener energía era mediante la fermentación anaeróbica.
La fermentación anaeróbica es un proceso que descompone la materia orgánica en ausencia de oxígeno. Produce ATP, pero también es muy ineficiente. Sólo alrededor del 5% de la energía de la materia orgánica se convierte en ATP.
A medida que la atmósfera de la Tierra comenzó a cambiar y el oxígeno se hizo más abundante, evolucionó la respiración aeróbica. La respiración aeróbica es una forma mucho más eficiente de producir ATP. Puede convertir hasta el 30% de la energía de la materia orgánica en ATP.
La evolución de la respiración aeróbica permitió a los organismos producir más energía de la que podían producir mediante la fermentación anaeróbica. Esto les dio una ventaja competitiva y finalmente superaron a los anaerobios.
El ATP se convirtió en la moneda energética universal porque es la forma más eficiente de almacenar y transportar energía. Es una molécula pequeña que puede difundirse fácilmente a través de las membranas celulares. También es muy estable y se puede descomponer y reformar rápida y fácilmente.
El ATP es un testimonio del poder de la selección natural. Es una molécula que evolucionó durante miles de millones de años para satisfacer las necesidades de los organismos vivos. Es una molécula verdaderamente notable y es esencial para la vida tal como la conocemos.