Las empresas de combustibles fósiles enviaron grandes delegaciones a la COP27, superando en número a las de muchos países y organizaciones de la sociedad civil. Estas delegaciones presionaron activamente a los tomadores de decisiones, impulsando políticas que protegieran sus ganancias en lugar de salvaguardar el planeta. Intentaron suavizar el lenguaje sobre los compromisos de eliminación gradual de combustibles fósiles y promover soluciones falsas como tecnologías de captura y almacenamiento de carbono (CAC), que permiten la extracción continua de combustibles fósiles mientras afirman reducir las emisiones.
La industria de los combustibles fósiles también utilizó su influencia financiera para influir en la narrativa de la COP27. Las principales corporaciones de petróleo y gas patrocinaron eventos, organizaron eventos paralelos y publicaron informes que arrojaron dudas sobre la urgencia de la acción climática y promovieron sus propias soluciones como el camino a seguir. Este aluvión de información errónea financiada por la industria sirvió para confundir a los formuladores de políticas y socavar el consenso sobre la necesidad de un cambio sistémico.
Además, los intereses de los combustibles fósiles estaban integrados en las delegaciones gubernamentales, y muchos funcionarios tenían vínculos directos con la industria, ya sea a través de sus antecedentes profesionales o mediante contribuciones de campaña. Estos individuos a menudo buscaron bloquear o debilitar políticas climáticas que potencialmente podrían amenazar sus intereses políticos o financieros.
Como resultado de esta influencia indebida, los resultados de la COP27 estuvieron muy por debajo de lo que se necesitaba para abordar la crisis climática de manera efectiva. El acuerdo final alcanzado en la cumbre careció de compromisos concretos para eliminar gradualmente los combustibles fósiles y, en cambio, se centró en promesas vagas y lagunas jurídicas que permiten continuar con las prácticas habituales. Las voces de los más afectados por el cambio climático (pueblos indígenas, comunidades de primera línea y naciones en desarrollo) fueron marginadas, mientras que se priorizaron los intereses de la industria de los combustibles fósiles.
La presencia y la influencia del lobby de los combustibles fósiles en la COP27 subrayan la urgente necesidad de reformas estructurales para garantizar que los intereses corporativos no socaven los esfuerzos para abordar la crisis climática. Se requieren medidas firmes para limitar la influencia de la industria de los combustibles fósiles en la formulación de políticas, como restricciones al acceso de los lobistas a los formuladores de políticas, mayores requisitos de transparencia y la exclusión de las empresas de combustibles fósiles de las negociaciones sobre el clima.
La crisis climática es una amenaza para todo el planeta y sus habitantes, y exige acciones urgentes y transformadoras. Los incansables esfuerzos de la industria de los combustibles fósiles por perpetuar el status quo y proteger sus ganancias no sólo son moralmente reprobables sino que también representan una grave amenaza para el futuro de nuestro planeta. Es crucial que los gobiernos y los formuladores de políticas prioricen el bienestar de las personas y el medio ambiente por encima de los intereses corporativos y tomen medidas audaces para abandonar los combustibles fósiles y adoptar fuentes de energía renovables y sostenibles.