- Contaminación por nutrientes de las fuentes de agua, provocando eutrofización, proliferación de algas nocivas y agotamiento del oxígeno.
- Lixiviación de nitratos en aguas subterráneas, afectando la calidad del agua potable.
- Volatilización del amoníaco, liberando nitrógeno a la atmósfera y contribuyendo al smog y la lluvia ácida.
- Emisiones de gases de efecto invernadero, en particular óxido nitroso (N2O) procedente de fertilizantes a base de nitrógeno, que tiene un alto potencial de calentamiento global.
- Acidificación del suelo, reduciendo la fertilidad del suelo y perjudicando el crecimiento de las plantas.
La cantidad de fertilizante que se considera excesiva puede variar según factores como el tipo de cultivo, las condiciones del suelo y el clima. Es importante seguir las tasas de aplicación recomendadas y utilizar las mejores prácticas de manejo para minimizar los impactos ambientales del uso de fertilizantes.