La homeostasis es un proceso dinámico de cuatro partes que garantiza que se mantengan las condiciones ideales dentro de las células vivas, a pesar de los constantes cambios internos y externos. Los cuatro componentes de la homeostasis son un cambio, un receptor, un centro de control y un efector. Una célula o sistema saludable mantiene la homeostasis, también conocida como "estar en equilibrio".
Cambiar
Los cambios ocurren constantemente dentro y alrededor de las células de los sistemas vivos. Un cambio es cualquier cosa que requiere que una célula reaccione, como un cambio de temperatura, presión o composición química dentro o alrededor de la célula.
Receptor
Una vez que ocurre un cambio, es el trabajo de los receptores para detectar el cambio y alertar al centro de control adecuado para contrarrestarlo, devolviendo la célula y el sistema en general a un estado equilibrado: homeostasis. Por ejemplo, su presión arterial ha aumentado después de un ejercicio vigoroso. Los receptores en ciertas arterias detectarán el aumento de la presión y enviarán impulsos al centro de control del cuerpo para el sistema cardiovascular: el bulbo raquídeo. Los receptores o terminaciones nerviosas se encuentran en todos los sistemas y tejidos.
Centro de control
A medida que el centro de control recibe impulsos de sus receptores remotos, envía comandos al efector para contrarrestar el cambio en el entorno. Usando el mismo ejemplo, el bulbo raquídeo ordena al efector, el corazón en este caso, que reduzca su pulso. Los centros de control se encuentran en el cerebro.
Efector
El efector actúa sobre los impulsos desde su centro de comando específico, contrarrestando el cambio y devolviendo el entorno celular interno y externo a un estado equilibrado. Los efectores son los agentes de cambio físico, como el corazón, los órganos y los fluidos del cuerpo: los caballos de batalla de la homeostasis.