Los girasoles no miran hacia el este ni hacia ninguna otra dirección específica. Alinean sus cabezas de flores hacia el sol para maximizar la exposición a la luz solar, un fenómeno conocido como heliotropismo. Este movimiento sigue al sol durante todo el día, desde el amanecer hasta el atardecer, asegurando una absorción eficiente de energía para la fotosíntesis.