La industria de la moda rápida contribuye significativamente a la crisis climática. La producción de ropa requiere grandes cantidades de recursos, incluidos agua, energía y productos químicos. La industria también genera una cantidad sustancial de residuos, y muchos de ellos terminan en vertederos.
En los últimos años, ha habido una creciente conciencia sobre el impacto medioambiental de la moda rápida. Algunos minoristas importantes se han comprometido a reducir su huella ambiental, pero estos compromisos a menudo no son suficientes.
Por ejemplo, en 2020, H&M se comprometió a fabricar todos sus productos con materiales reciclados o sostenibles para 2030. Sin embargo, los críticos han señalado que la definición de "sostenible" de la empresa es muy amplia y vaga.
Otro minorista importante, Zara, se ha comprometido a reducir sus emisiones de carbono en un 20% para 2025. Sin embargo, este compromiso es solo una reducción del 15% con respecto a los niveles de 2020, lo que sugiere que la empresa no está haciendo lo suficiente para abordar su impacto climático.
Si bien los principales minoristas han asumido compromisos públicos, esto no significa necesariamente que estén dedicando todos sus esfuerzos a prácticas sostenibles. Muchos se centran en encontrar un equilibrio entre los márgenes de beneficio y las obligaciones éticas. Como resultado, sigue siendo incierto si estas iniciativas tendrán resultados significativos y transformadores dentro de un plazo lo suficientemente rápido como para evitar una crisis inminente.
Para abordar eficazmente el impacto ambiental de la moda rápida, los gobiernos y los minoristas deben introducir importantes marcos regulatorios y de precios que fomenten un cambio hacia formas más sostenibles de producción, consumo y reciclaje o reciclaje de productos al final de su vida útil.
Hasta que se tomen esas medidas, las mentiras, las verdades a medias y el lavado verde probablemente continuarán.